El viaje diario

Como todos los días miro por la ventanilla, a diferencia de días atrás esta no esta empañada, la sensación de opresión diaria en la boca del estómago comienza a disiparse, mis ojos se fijan en la escena que tengo frente a mi, los árboles desnudos comienzan a vestirse con timidez de color verde, aparecen los primeros niños que pueblan los columpios y toboganes, el agua de la fuente que canta y baila al compás de sus burbujas, dos ancianos tomados de la mano hacen su paseo matinal van dejando sus huellas de recuerdo en el camino de pedregullo, la niña va rumbo al colegio con su corta falda emulando a las grandes modelos, automóviles y ómnibus se mueven como un gran convoy llevando a los guerreros de lo cotidiano a su lucha diaria y tu recuerdo aparece en mi, tus pasos sobre la plaza, cierro los ojos, una sonrisa que aflora en mis labios, las imágenes se tornan borrosas, tu presencia se hace nítida, te extraño.
El sonido áspero del motor en su arranque me saca de mis pensamientos, el paisaje cambia de manera brutal marquesinas, semáforos, peatones apurados nos acompañan en el comienzo del viaje.
Cruzamos los bosques, nuestro reino imaginario donde mil veces danzamos entre ramas y hojas caídas al son de la sinfonía de las criaturas que lo habitan, nuevamente cierro los ojos y estas allí, se siente tu presencia, palpo tu fragancia, en esa sensación me duermo lentamente.
Las bocinas me despiertan, anuncian el fin del viaje, soy uno más de los miles que se confunden en la multitud, en la noche seremos nuevamente tu y yo en el viaje de retorno.