Mientras en la venas circula el agua turbia de la tormenta,
y los alvéolos se endurecen con el hollín del olvido,
el sordo ruido de la sierra cercena la cumbre blanca semimuerta,
y en el cráter dejado por el inexorable paso del tiempo,
un metálico meteorito se clava hasta lo profundo de mis huesos,
puente inerte puente que une dos universos, disfrazado por la naturaleza,
convirtiéndome en un ser de ciencia ficción,
que vuelve a recorrer este mundo mutado en parte humana, parte máquina.