Arroyos agridulces se deslizan silenciosos,
sobre las verticales laderas de la expresión,
marcan el rumbo del desconcierto,
sentimientos escondidos en cuevas transparentes.
Son tuyas, mías, nuestras o propias del sentir,
amor, pena, resignación, felicidad, esperanza,
miedo, expectativa, y sobre todo ilusión,
que el tiempo no detendrá el mágico tren de libertad.
Como lluvia piadosa en la catedral de nuestro interior,
redimen el momentáneo pesar,
purifican la locura de eternidad,
glorifican nuestra unión celestial.
Solo ellas en caudaloso diálogo,
entienden este dichoso pesar,
nos consuelan mudamente bajo el signo del amor,
nos preparan a otro breve despertar.
Solo ellas son capaces de verse bajo la oscuridad,
y recostadas en nosotros hablar
No hay comentarios:
Publicar un comentario