1 El Hecho
Eduardo
en el pasaje
Eduardo
caminaba por el empedrado, la humedad transformaba en un espejo opaco los
adoquines del pasaje, sus manos sudaban como en cada nueva situación a la que
se enfrentaba. Los pensamientos se le cruzaban como garras lacerantes, corolario
de este presente angustiante y sombrío. Siguió su camino a paso lento y
decidido.
La Muerte de Cristina
Cristina
volvía entusiasmada de su trabajo, todo era esperanza en su cuerpo, las
noticias no podían ser mejores, los resultados estaban en su cartera y le parecía
que el tiempo no pasaba lo suficientemente rápido para decírselo a su marido.
Por ese motivo había decidido tomar el pasaje para llegar más rápido a la
parada del ómnibus que la llevaría a su casa.
Tan
concentrada en su ensueño estaba que no se percató del movimiento que se
produjo detrás suyo.
Eduardo
había cruzado rápidamente la calle y en un movimiento veloz y certero con su
mano derecha le tomo la cabeza y le acerco la navaja al cuello y mientras daba un
fuerte tirón le arrebató la cartera advirtiéndole que no gritara.
En
su desesperación, Cristina trató de desprenderse de su agresor cuando sintió en
su garganta que algo se deslizaba hacia su interior, la oscuridad la invadió,
un sabor metálico se le mezclo en la boca, las luces se fueron apagando y en
ese momento dos vidas dejaron de existir.
La
huida
Por
Dios, fue el pensamiento de Eduardo, le resultó inesperada la reacción de
aquella mujer, no se explicaba como la navaja se había enterrado en el cuello
de esa joven. Entre sollozos mientras desaparecía en la oscuridad rogó en sus
pensamientos que alguien la ayudara y que todo no fuera más que un mal momento.
2 Negocios
Eduardo
tocó el timbre con cierto temor, la puerta de madera de roble de dos hoja en
ese momento le parecían la entrada al infierno antes que una obra de artesanía
de las que ya no se conocen.
Cada
segundo parecía interminable, la ansiedad le provocaba una sensación en el estómago
parecida a cristales que le desgarraban las entrañas. Súbitamente en el portal
apareció la figura delgada y sombría de Tito, el propietario de la casa de empeños
del barrio de Floresta, quien también tenía otros negocios mucho más
productivos.
Eduardo
mostró su botín una tarjeta de débito, una de crédito y el reloj que pudo
arrancarle a su víctima. La negociación fue muy corta. Al guardar el dinero
obtenido en su bolsillo sintió el líquido pegajoso y el metal de la navaja, no
la había cerrado.
3 Camino a la soledad
Ya
en su automóvil Eduardo emprendió el viaje al encuentro de su prometida, todo
lo que hacía era por ella, para mantenerla satisfecha, pero esta vez la situación
se había salido de control, nunca pensó que algo así podía pasar, las imágenes
se sucedían unas tras otras, el gemido ahogado, el correr, deshacerse de las pertenencias,
el ruego, todo giraba en su mente como un torbellino de sangre.
Mientras
intentaba concentrarse en el tránsito, encendió la radio y comenzó a acompañar
mentalmente la canción, y repetía en su mente las estrofas...
Nunca seré tu bestia de carga,
mi espalda es amplia pero está herida,
lo único que quiero que hagas, es que me
hagas el amor.
Nunca seré tu bestia de carga,
he caminado muchas millas y mis pies están
heridos,
lo único que quiero que hagas, es que me
hagas el amor.
No soy lo suficientemente duro?
No soy lo suficientemente violento?
No soy lo suficientemente rico?
No estoy tan ciego como para no ver.
Nunca seré tu bestia de carga,
así que vamos a casa y cerremos las
cortinas,
pongamos música en la radio…
y vamos nena… hazme el amor dulcemente.
No soy lo suficientemente duro?
No soy lo suficientemente violento?
No soy lo suficientemente rico?
No estoy tan ciego como para no ver.
Oh querida,
hermosa, hermosa, hermosa, hermosa niña,
sos una hermosa, hermosa, hermosa, hermosa
niña,
vamos nena por favor, por favor, por
favor.
Te voy a decir algo,
podés echarme y dejarme
descalzo de patitas en la calle…
pero sácame, sácame de esta miseria.
Sí… toda tu enfermedad…
la puedo absorber,
podés tirámela toda a mí…
que me la puedo sacar de encima.
Pero hay una cosa nena
que no logro comprender…
continúas diciéndome y diciéndome
que no soy tu tipo de hombre.
No soy lo suficientemente violento? oh,
nena,
No soy lo suficientemente resistente?
No soy los suficientemente rico?... en
amor?
oh, por favor!
Nunca seré tu bestia de carga,
nunca seré tu bestia de carga,
nunca, nunca seré.
Nunca seré tu bestia de carga,
he caminado muchas millas y mis pies están
heridos,
lo único que quiero que hagas, es que me
hagas el amor.
No necesito una bestia de carga,
no necesito caprichitos,
no necesito que me cuiden,
nunca, nunca seré.
Súbitamente
cambió de dirección y nunca supo si su pedido había sido escuchado, solo sabía
que el futuro no sería soleado.
Les dejo una versión de esta canción con los Rolling Stones y Katy Perry